Esa Fuerza...

Intento resistirme. No quiero escribir. No debo hacerlo. Pero hay una especie de fuerza que corre de tal manera por mis venas que consigue que por mis dedos fluyan nuevos pensamientos que hasta ahora desconocía. Pienso a la vez que escribo. Me he acostumbrado a hacerlo así. De tal manera que no soy consciente de lo que en realidad siento, hasta que mis dedos no acarician el teclado de mi ordenador.

Llevo todo el día en casa. Entre las cuatro paredes de mi habitación. Tengo memorizados todos los rincones que me rodean. Me siento agobiada. Busco la libertad entre mi cuarto y, paradójicamente, ésta aparece en cuanto miro fijamente la pantalla del ordenador y creo un nuevo post. Sí. Esto es mi refugio. Mi vía de escape. Mi diario personal que hace tiempo dejé de escribir a mano.

El hecho de saber que ahora mismo hay alguien al otro lado leyendo mis pensamientos me inyecta tal energía que soy capaz de pensar unas cuantas veces más rápido de lo normal. Tengo prisa. Prisa por escribir. Por sentir. Por ver el resultado. Y realmente, éste último no me importa. Sino que siento la necesidad de gustar a través de mis letras. Algo bastante difícil, por cierto.
Mis vagos pensamientos. Mis fugaces recuerdos. Mis, a veces, innecesarias explicaciones e inservibles palabras. Todo esto da igual. Porque todo cabe. Y no cabe porque quiera yo, sino porque lo necesito. Y es que este espacio se ha convertido en el desván de mis ideas. Ideas que tengo almacenadas en un rincón de mi cerebro y que necesito tener a resguardo. Sé que aquí lo están. Las tengo a mano. Me sirvo de ellas cuando lo necesito. Recurro a ellas con frecuencia. Y sé que no soy la única que lo hace. Me gusta la idea de saber que a alguien más le funciona. Y lo sé por los emails que a diario recibo. Y son estos correos lo que hacen que me sienta feliz. Importante. Especial. Y son seas personas las que hacen que siga adelante con esto. Las mismas que han ocasionado que, a cierta hora del día, mis dedos empiecen a tener sed de teclas. La misma hora en que mis ojos están deseosos de letras. Muchas letras. Pero con sentido. Y esto me lo dice el corazón.

Así que gracias a todos los que visitáis ese rincón de mis pensamientos. Gracias a todos, porque de verdad que me hacéis sentir muy especial.

Y por hoy descanso, que mis dedos parecen haber cogido algo de sueño. Ya están cansados de escribir. Esperaré a que despierten de nuevo. Nos vemos entonces.

Indiferencia, Indecisión… ¿Dudas?

Antes de volver a la rutina y alimentar con más frecuencia mi blog (tal como hacía antes de verano) me voy a permitir un post que, lejos de sacarme de dudas, me creará más interrogantes todavía. Pero para eso están los comentarios. Así que agradecería que dejarais alguno que otro. Nunca los pido. No sé, será cosa de la “depresión” post-vacacional que nos azora a todos un día u otro. En cuanto cargue las pilas en septiembre, contesto a todos!

Y después de esta vaga definición de ¿nada? Pasaré a desahogarme.

Siento que nada me importa. Sé que en realidad no es así, pero hay días en los que me levanto y, simplemente, funciono mecánicamente, aparcando todo aquello que no sea racional. Me despierto, y desde entonces no se me ocurre nada mejor que esperar a que llegue la hora de acostarme de nuevo. Y así pasan los días. Ya espero que mañana sea igual que hoy, como hoy ha sido igual que ayer. Y como ayer será igual que mañana. Será que me estoy volviendo adulta… Hará un par de años disfrutaba cuando, ya en la cama y con los ojos cerrados, imaginaba qué ocurriría al día siguiente. Pero esa especie de picardía e ingenuidad, se ha ido desvaneciendo de la misma forma en que la rutina se lleva los días.

Me siento. Pienso. Siento. Pero no llego a ninguna conclusión, excepto la de estar receptiva. Sí. Me quedo quieta esperando a que algo cambie. Apenas tengo ganas de cambiarlo yo. No me apetece variar ese nuevo día que va a ser tan mecánico como el anterior. Aunque sé que, si me lo propusiera, llegaría a vencer a esa rutina que me vuelve tan amarga.

Supongo que es indiferencia. Soy ambiciosa. Soy sensible. Soy activa. Y soy habladora, muy habladora. Pero estos días tan sólo soy una pieza del futuro: un robot que, al ponerse en marcha, tan sólo obedece órdenes. Y así estoy yo, encerrada en un mundo llamado sociedad, en el que sus dueños impiden actuar de un modo distinto al del resto de miembros.

O talvez lo que siento sea indecisión. Estoy en una encrucijada, y no sé que camino debo tomar. Incluso lo visiono en mi mente. El de la izquierda es corto y asfaltado. Se nota que alguien ha pasado por allí. Incluso sus huellas son perceptibles ante la vista. No quedan flores. Se marchitaron. Los árboles están destruidos por la mano del hombre. Pero la gente que veo en el camino es agradable, al menos es lo que me dice mi intuición. Después setá el camino de la derecha, situado a pocos metros de un acantilado. Su camino, de arena, simboliza una tierra virgen todavía, pero en la que hay mucho trabajo por hacer todavía. Veo altos edificios al otro lado del río, un río azul, pero triste. Allí los pocos que hay se dan la espalda. No se ayudan. Pero dicen que, quien consigue llegar al final del camino de la derecha, logra una gran recompensa mucho más valiosa que el dinero.

¿Siento dudas, quizás? No sé que camino debo tomar. Desconozco porque esa actitud tan mecánica que he adoptado interfiere de un modo tan elevado en mi día a día. Y desconozco cuál va a ser el final de todo esto. Tan sólo sé pensar en días calcados, que sólo se diferencias por el paso del tiempo. ¿Indiferencia? ¿Indecisión? ¿Dudas? Ni tan sólo sé cuál es el significado de este post. Supongo que otro acto aparente de ese clon robotizado que llevo dentro. Gracias por leerme. En el fondo, sé que somos iguales.