Y, ¿qué es un blog personal sin una previa descripción?
Mi físico no es espectacular, pero tampoco todo lo contrario. Mis ojos color avellana desprenden una fuerza que muchos califican de vital. Y es precisamente esa vitalidad la que me caracteriza tanto por fuera como por dentro. Las prisas y las mil cosas que quiero tener tiempo de hacer en un solo día me impiden muchas veces hacer alguna de ellas. Y eso se nota tanto física como psíquicamente. Unas cejas un tanto gruesas –no hay nada que no arregle una buena depilación- me caracterizan. Siempre lo han hecho. Mis orejas, con cinco perforaciones, denotan mi rebeldía en la reciente juventud, junto con los dos piercings que muestran mi labio y mi lengua. El de la ceja desapareció. Sería cosa de la edad, unos veinte años bien llevados o, si más no, eso muestran los comentarios de aquellos quienes me ven por primera vez, insinuando que parezco más joven. Con el paso de los años se termina agradeciendo, la verdad. Unos labios gruesos con una dentadura no corregida en su debido tiempo –siempre me mostré rebelde con los aparatos, de lo cual me arrepiento- terminan de dibujar un rostro más bien peculiar. Mi cuerpo está recién moldeado -que no perfecto ni mucho menos- por la dieta de nueve meses que decidí seguir después de comprobar que no entraba en los malditos cánones impuestos por la sociedad. Buenos resultados, la verdad. Estoy orgullosa con los cincuenta-y-nueve quilos que pesa mi cuerpo; lo compensan mis ciento sesenta-y-nueve centímetros de altura. No tan alta como para alcanzar mi sueño y triunfar en mi gran pasión: el periodismo. Mi constancia, ambición y ganas de realizar aquello que desde pequeñita ha habitado en mi cabeza me dan fuerza para ser positiva, pero con una autoestima un tanto baja como la que habita en mi interior, es difícil verse en un periódico rodeada de montones de informaciones que clasificar, investigar y redactar, como a mí me gustaría.