Humedezco la pluma en el tintero, observando como la oscuridad del negro penetra en lo que iba a ser mi desahogo pero que, sin embargo, no pasa de formar parte de una montaña de cuatro pinceladas que intentaba plasmar y que ahora se amontona en el suelo. Tantos papeles, tanto desorden, tanta confusión… Tanta mezcla termina por crearme una idea equivocada de todo. Menos de ti. Sigues estando ahí, formando parte de mis profundos pensamientos, de mis vagos recuerdos, de mis más sedientos deseos.
Hablo de ti a solas. Pienso en ti en la intimidad. Recorro a dibujar tu silueta entre mis fugaces pensamientos. Estrecho lazos con la distancia para pactar tu regreso, simulando sorpresa por no esperarte, e indiferencia por no amarte. Y es que tan solo te amo en silencio, y apartada de lo demás. Tan solo deseo encontrarme en un suspiro con tu mirada clavada en mi interior. Tan solo deseo que te pierdas entre estas líneas para que te des cuenta de lo que oculto bajo la piel. Y que aceptes que es difícil, lo sé.
La tinta penetra deslizándose impacientemente en el papel. Como si las prisas por terminar con esa agonía pareciesen cobrar vida en ella. Parece notar mis impulsos, e intensificarlos. Este silencio, cómplice de mi poca suerte en este burdo intento de asimilar lo que tengo más que asimilado, me ahoga con las lágrimas que calladas inundan cada rincón de mi esperanza. La esperanza de reencontrarme contigo, y entregarte estas líneas, y a mí con ellas.
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