Alimentándome de sueños

Adiós preocupaciones. Adiós stress. Por el momento, claro. Hola rutina. Hola día a día. Volvemos a encontrarnos. Ya era hora. Ese escaso mes de ausencia relativa parecía interminable. Pero todo tiene un final, y el mío no es otro que el principio del comienzo, el inicio de la cuesta abajo. Y eso me lleva a preguntarme varias cosas. ¿Qué haríamos sin la esperanza, sin la motivación, sin la fe, sin la ambición? No. Este no es uno de esos posts cursis en que a veces puedo haber caído sin echarle cuentas. Este es un post reflexivo, que busca respuestas, aunque no sé si voy a encontrarlas.

Todo empezó al nacer. Desde pequeñita he deseado con todas mis fuerzas ser mayor (ahora, en cambio, desearía ser pequeña de nuevo), he deseado crecer, ser adulta, tener mi propia vida, vivirla a mi manera. Hoy ya hace 21 años de eso, y empiezo a ser mayor, adulta, a tener mi propia vida y a vivirla a mi manera. He pasado 4 años estudiando fuera de casa, sin ver a mi familia y amigos. Pero cada domingo al irme sabía que al viernes siguiente volvería a verles. Y eso me motivaba para seguir haciendo lo que hacía. Desde los diez o doce años soñaba con ser como esos periodistas que escribían en los diarios que mi padre leía. Y ahora me quedan tan solo 4 meses para ser como uno de ellos. Ahora estoy recogiendo los frutos que hace tiempo sembré. Desde el momento en que empecé a pensar con la cabeza supe que cada momento que viviese sería distinto al anterior, pero no por eso mejor, ni peor. Simplemente, sé que tengo que vivirlos todos al máximo por si a caso. Por si a caso no regresan otros de iguales, quiero decir.

He pasado momentos de confusión, momentos de tristeza, momentos turbios en que nada ni nadie tenía sentido para mí. Días llorando por situaciones que ahora me parecerían ridículas por los/las protagonistas de la acción. Me he venido a bajo por quien no lo merecía. He naufragado por el caos que en ocasiones reinaba en mi vida. Pero siempre he encontrado un buen motivo para volver a mi estado natural. Para volver a ser yo; esa chica alegre que a penas piensa en las cosas más de la cuenta. De esa chiquilla queda ya más bien poco. Cada vez soy más consciente de lo que hay y de cómo está todo ahora, pero eso no me impide levantarme cuando caigo, y seguir siendo feliz.

Y sé gracias a quien es. Sé que sin la ambición –sana- no estaría luchando tanto por lo que quiero. Sé que sin la esperanza y la fe no haría lo que hago con tanto empeño e ilusión. No buscaría tampoco un buen motivo para sonreír cuando aparentemente no lo hay. Pero sí que está. Siempre está aunque no lo veamos. Y sé que sin la motivación no podría estar donde estoy. Es decir, en ese estado ficticio de falsas ilusiones que pueden convertirse en realidad de un momento a otro.

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