Tentación

La Mejor Manera De Librarse De La Tentación Es Caer En Ella (Oscar Wilde)


Invita a la palabra prohibida, a los labios que callan y ocultan aquello que de una manera u otra sigue persistiendo en el pensamiento. Produce un estado de inquietud y a la vez picardía. De nervios y al mismo tiempo indecisión. Sí, es la tentación, aquella manzana que un día aparece en nuestras vidas para posicionarnos al lado de Eva o Adán, depende de la elección de cada uno.

¿Quién, a estas alturas, no ha saboreado esa dulce o amarga manzana que le remueve el gusanillo en el estómago? Cada cuál es libre de elegir caer en ella o no. A veces me da motivos para sentirme independiente pero otras veces, en cambio, me quita esa libertad que a menudo anhelo. Ella es ese ingrediente un tanto picante que siento que algunas veces le falta a mi vida. Es, como decía antes, esa palabra prohibida que precisamente por el simple hecho de ser “prohibida” me incita a probar de la miel de sus labios.

Pero a menudo llamo a su puerta y, cuando la abren, me echo a correr. Se podría deducir de aquí, pues, que a menudo suelo sentirme tentada… Cierto. Pero, como decía Mary Anne Evans, novelista británica, Nadie está graduado en el arte de la vida hasta que no ha sido tentado. Por esa sencilla regla de tres, yo tendría que ser maestra si hubiese una asignatura con dicho nombre: tentación. Suena bien cuando lo pronuncias. Suena sensual, desafiante. Y los desafíos no me asustan en absoluto. Pero reconozco que suelo echarme para atrás cuando veo que esa tentación a la que he estado provocando, se acerca más de la cuenta.

Si ella no hiciera su puntual y fugaz aparición en nuestras vidas cada <X> tiempo, la rutina sería más que predecible. Por eso yo le agradezco, aunque decida no tirarme de cabeza a la piscina, que alegre un poco más mi vida. Que la altere, que la haga impredecible, que me someta a un estado de caos y bienestar a la vez, y que haga sentirme única, enérgica, y con ganas de comerme el mundo.

Así que, por último, una recomendación. Tienta y déjate tentar. Es un dulce aliciente que aporta ese toque de picardía que muchas veces falta en el día a día. Escoge si caer en ella o no. Pero síguele el juego hasta sentirla cerca. Muy cerca. Hasta el punto que te intimide y te quite la respiración. Mírala a los ojos, desafíala con tu arte de seducción, y ciérrale la puerta. Con ella dentro o fuera, pero ciérrasela. Será la única manera de dejar paso a otra nueva tentación.

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