Cambios

Recuerdo como, hace ahora 4 años, cambió en cierta manera mi vida. Dejaba mi pueblo, mi casa, mi familia, mis amigos y esos rincones en los que me perdía y que me han visto crecer. Y lo hice para pasar a formar parte de otro lugar, de otras vidas, de unas miradas entonces desconocidas con las que me quedaban unos años por familiarizarme.

Recuerdo a mi madre llorando por dejarme ir a los 17 años. Recuerdo mirar a los ojos a mis amigos y decirles que siempre serían eso, mis amigos. Recuerdo lo rebelde que llegué a ser en mi adolescencia. Como resultado me echaron de clase alguna vez y me mandaron al despacho de la directora, con quien me pasaba minutos bromeando. Recuerdo organizar campanas colectivas. Recuerdo comer en clase y ver como el profesor esperaba a que me terminara la pasta para decirme que leyera el tema que tocaba. Recuerdo escuchar música durante la charla del profesor. Y pasar notitas a mis amigos. Hacer bromas. Interrumpir las clases. Quedar a las 5 cada tarde con mis compañeros. Y pensar el lunes donde saldríamos el siguiente sábado. En fin, cosas de niños, supongo.

Pero ahora esto se acabó. A los 17 maduré más rápido de lo que creía. Me instalé en un piso, en otra ciudad y con otra gente. Vi como sesenta caras desconocidas y sesenta miradas perdidas se cruzaban fugazmente con la mía. Y sé que tras cada una de ellas se ocultaba la misma pregunta. Yo también me la repetía. Ahora han pasado ya esos 4 años. Mi madre no llora ya porque me fui, llora porque regreso (aunque en el fondo sé que no puede vivir sin mí! Lo noto en sus ojos :p). Mi hermano, que entonces tenía 2 años, tiene ya 6. Me perdí como crecía, su día a día. Él es la muestra de que esos 4 años han pasado. Mi entonces gigante grupo de amigos, ha quedado reducido a la mitad, pero sé con quien puedo contar. Los demás, quedan como conocidos.

En estos 4 años he hecho algo más que sacarme un título que me acredita como periodista. Me he sacado otro mejor: el título de la vida. En este tiempo he madurado, he pensado, he recapacitado cada una de las cosas que me han sucedido. He ido creciendo y haciéndome mayor sin apenas darme cuenta. He compartido momentos inolvidables con gente a la que a partir de ahora tendré lejos y a quienes echaré mucho de menos. Como dijo un buen compañero de clase, la ciudad en la que estudio me ha visto estudiar como nadie, pero también disfrutar como nadie. Las fiestas que duraban hasta el amanecer, los exámenes estudiados a última hora, las lágrimas que consolaban aquellas miradas que dejaron de ser desconocidas para pasar a formar parte de mi vida.

Ya no soy tan rebelde como antes de irme. Ahora tengo la cabeza más sentada. Me toca hacerlo porque sé que termina una etapa. Sé que aunque vuelva al sitio que me vio nacer y crecer, jamás será lo mismo. Porque no fue él quien me vio madurar, ni el que me vio formarme como persona. Ahora tengo el corazón dividido entre quienes un día me vieron partir, y aquellos que lo harán ahora.

Cambiará todo. Cambiará mi vida, mis hábitos, mis sentimientos. Todo lo que he hecho desde que nací pasa por un mundo que ahora queda demasiado cerca para mí. Cambiarán muchas cosas. Las situaciones serán distintas. Y mi vida, totalmente diferente. Pero hay una cosa que jamás cambiará dentro de mí y dondequiera que vaya: las personas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

A mí me pasa igual Eli... ahora, para mí, la ciudad perfecta sería una mezcla de Las Palmas de Gran Canaria - Barcelona - Vic... Se acaba un ciclo, pero comienza otro. Un beso y suerte