Ay! El amor...

Hay veces en que mi vida parece ficción, una obra de teatro de la que no soy más que una simple espectadora. Miro alrededor, me detengo, me pongo a pensar, a conjeturar… Permanezco al margen. Y me quedo con las historias que más me sorprenden por su sencillez, por su origen y su evolución, por su esencia.

Ella está enamorada hasta los huesos. Yo diría que él también. Pero, al contrario que una carrera donde todos los participantes se apresuran a encontrar la meta con impaciencia y descontrol, en su trayectoria particular los dos esperan que el otro dé el primer paso. Ella no puede. Él tampoco. Por distintas circunstancias. Pero esa especie de juego que los dos comparten parece haber llegado a un punto donde a gritos ella pide que deje de ser eso, un juego. Talvez él también lo piense, pero la única manera de gritar su secreto a voces es con el silencio.

Y es que muchas veces las cosas no son tan sencillas como nos las imaginamos. Detrás de la mirada de ella se esconde un torbellino de emociones y sentimientos que se resumirían en no más de cuatro letras: amor. Detrás de cada sonrisa, de cada gesto, de cada palabra, de cada juego de miradas que ella le dedica se esconde lo que su corazón no le permite expresar. Él seguramente no tiene ni idea de todo esto. Pero ella tampoco sabe nada de lo que hay dentro de él. Se miran, se sonríen, se compenetran bien, pero por las circunstancias en las que se encuentran, decirse las cosas callando es lo único que se pueden permitir.

Se ven a diario, y se hablan en ese lenguaje que tan sólo ellos dos conocen. Y mientras, los demás no somos más que espectadores que piden a gritos que la escena termine con el beso final. Ella lo quiere, lo desea, y lo daría todo por él. A mi parecer, él comparte sus sentimientos. De lo contrario, nada sería como está siendo. Y la situación no conllevaría tanto misterio. Así que, como toda buena novela de amor merece un buen final, el de esta historia no podría ser otro que aquell que sus protagonistas esperan.



P.D. Dedicado a mi Cristi, jeje ;) Perquè aconsegueixis allò que has d'aconseguir ;) Quan surtis per la tele... Enrecorda¡t de tot això :p T'estimo wapa!

Nada Interesante

Días vacíos. Vacío sin sentido. Sentido que no me lleva a ninguna parte. Y es precisamente ahí, en “ninguna parte”, donde van a parar la mayoría de mis días últimamente. No hay motivación alguna, fuera de aquello aparentemente importante, que me lleve a sonreír. No me refiero a dibujar una sonrisa en mi rostro. Eso puede hacerlo cualquiera en un vago intento de simular ser feliz. Me refiero a sonreír por dentro. Esa es la más difícil de las sonrisas. La más complicada, pero la más sincera. Pues en fin. En mi alma estos días no hay lugar para risas. Pero que más dará…

Recuerdos que parecen borrarse. Torpes y fugaces fotografías que se plasman segundo tras segundo en mi subconsciente. No las veo con claridad. Sé quien las protagoniza. Pero no sé si deseo volver atrás. No sé si sigo queriendo coger el tiempo y pararlo en ese instante en el que todo parecía ser perfecto. Pero la perfección no existe. Así que no sé que debo hacer.

No sé lo que siento, ni como lo siento. Estoy confusa, y a la vez rabiosa por estarlo. Tendría que estar lamentándome de lo que he perdido, de lo que he dejado escapar. Pero estoy indiferente, ausente, bloqueada. Intento no pensar, y pienso más de la cuenta, perdiéndome en temas absurdos que ni me interesan ni me dejan de interesar. Huyo de lo verdaderamente importante. Camuflo mis problemas. Difumino mi identidad. Pero dejo la puerta entreabierta. Ni la abro, ni la cierro. Dejo la historia por la mitad. Me da miedo ponerle un final. Para bien o para mal. Pero ahora no me veo capaz. Estoy perdida en mis propios pensamientos, navegando a la deriva, sin un destino fijo, sin unos pasos marcados, sin una solución que se asome por donde alcanza mi vista.

El tiempo me oprime, me obstruye el paso con fluidez, me obliga a pensar rápido, y más rápido. Su cuenta atrás particular me deja a entrever que ya no hay tiempo. Que nada es eterno, y que no hay ninguna razón por la él, dueño del día a día, tenga que hacer una excepción conmigo. Con él no hay preferencias. Y lo estoy percibiendo. Será cuestión de adaptarse a su compás.

Los Dos Caminos Del Futuro

Suelo perder el tiempo pensando en el futuro. Mirar el techo mientras se difumina dando paso a mi mañana ideal. Un mañana que nunca llega. Ya lo dice la misma palabra: futuro.
Pero no queda tan lejos. Me relajo pensando que siempre vivo en el presente, mientras el tiempo avanza dejando paso al futuro que solía imaginarme diez años atrás, cuando era relativamente pequeña. Debo añadir que no se parece en nada.
Y me doy cuenta de que he perdido parte del tiempo que tenía para forjarme la vida que deseaba.
A menudo mi "yo" intenta dividirse, otorgándome el protagonismo de decidir hacia dos caminos tentadores, pero distintos. Una parte de mí desea quedarse como está. Es lo que suele llamarse conformismo. Yo añadiría otras muchas razones: miedo a arriesgarse, temor a los cambios, cobardía ante el posible fracaso. Esa es la razón por la que me levanto cada día pensando que vivo la vida que he elegido. Pero no es así. Vivo la vida que me es más fácil. Si no fuera de esta manera, no vislumbraría ese otro camino que parpadea en el techo de mi habitación. Y es que en mi día a día, pocos cambios hay, excepto la fecha del calendario. Es rutina, o talvez el futuro que me espera. Pero sé que si tuviera más agallas de las que tengo, no estaría aquí. Estaría caminando por la ruta alternativa. Esa que soñaba desde pequeña.
Talvez no es más que fruto de los pájaros que viven asentados en mi cabeza desde mi más tierna infancia, pero la tentación por saltar de un camino a otro es tal que cada día me planteo el cambio.
Sueño con irme lejos... Al otro lado del atlántico. Preferiblemente Nueva York. Pero cualquier escenario alternativo me serviría: San Francisco, Dallas, Canadá... Tampoco me importaría Atlanta, Nueva Zelanda, California. La cuestión es irse... Lejos. cambiar de aires, de costumbres, de continente. Y empezar una nueva vida. De lo que fuera. Aprender de nuevo todo lo que sé. Ponerlo en práctica. Y con el tiempo ir centrándome en mi nueva vida y trabajar de lo que sé. O debería saber. Mezclarme con otras culturas, aprender de lo que carece la sociedad en la que me he criado.
Lo triste es que básicamente eso se reduce a un sueño por el acomodamiento que actualmente tengo. No sería capaz de dejar a mi familia, a mis amigos, a mi pareja. Lo sé. Si fuera por lo demás, hace tiempo que habría abandonado todo y cuando tengo para empezar mi nuevo futuro reducido al presente que llevo soñando desde hace años.
Pero ese futuro que sin darme cuenta se me ha echado encima, se reduce a un intermitente mosaico que adivino cuando mis ojos se pierden en el techo de mi habitación. Lo ideal sería dar un salto al mosaico y sentar mi nueva vida. Pero eso es algo que sólo la fantasía de Mary Poppins puede permitirse. Mi paraguas, lo dejo para cuando llueve. Por desgracia.

Tentación

La Mejor Manera De Librarse De La Tentación Es Caer En Ella (Oscar Wilde)


Invita a la palabra prohibida, a los labios que callan y ocultan aquello que de una manera u otra sigue persistiendo en el pensamiento. Produce un estado de inquietud y a la vez picardía. De nervios y al mismo tiempo indecisión. Sí, es la tentación, aquella manzana que un día aparece en nuestras vidas para posicionarnos al lado de Eva o Adán, depende de la elección de cada uno.

¿Quién, a estas alturas, no ha saboreado esa dulce o amarga manzana que le remueve el gusanillo en el estómago? Cada cuál es libre de elegir caer en ella o no. A veces me da motivos para sentirme independiente pero otras veces, en cambio, me quita esa libertad que a menudo anhelo. Ella es ese ingrediente un tanto picante que siento que algunas veces le falta a mi vida. Es, como decía antes, esa palabra prohibida que precisamente por el simple hecho de ser “prohibida” me incita a probar de la miel de sus labios.

Pero a menudo llamo a su puerta y, cuando la abren, me echo a correr. Se podría deducir de aquí, pues, que a menudo suelo sentirme tentada… Cierto. Pero, como decía Mary Anne Evans, novelista británica, Nadie está graduado en el arte de la vida hasta que no ha sido tentado. Por esa sencilla regla de tres, yo tendría que ser maestra si hubiese una asignatura con dicho nombre: tentación. Suena bien cuando lo pronuncias. Suena sensual, desafiante. Y los desafíos no me asustan en absoluto. Pero reconozco que suelo echarme para atrás cuando veo que esa tentación a la que he estado provocando, se acerca más de la cuenta.

Si ella no hiciera su puntual y fugaz aparición en nuestras vidas cada <X> tiempo, la rutina sería más que predecible. Por eso yo le agradezco, aunque decida no tirarme de cabeza a la piscina, que alegre un poco más mi vida. Que la altere, que la haga impredecible, que me someta a un estado de caos y bienestar a la vez, y que haga sentirme única, enérgica, y con ganas de comerme el mundo.

Así que, por último, una recomendación. Tienta y déjate tentar. Es un dulce aliciente que aporta ese toque de picardía que muchas veces falta en el día a día. Escoge si caer en ella o no. Pero síguele el juego hasta sentirla cerca. Muy cerca. Hasta el punto que te intimide y te quite la respiración. Mírala a los ojos, desafíala con tu arte de seducción, y ciérrale la puerta. Con ella dentro o fuera, pero ciérrasela. Será la única manera de dejar paso a otra nueva tentación.

Alimentándome de sueños

Adiós preocupaciones. Adiós stress. Por el momento, claro. Hola rutina. Hola día a día. Volvemos a encontrarnos. Ya era hora. Ese escaso mes de ausencia relativa parecía interminable. Pero todo tiene un final, y el mío no es otro que el principio del comienzo, el inicio de la cuesta abajo. Y eso me lleva a preguntarme varias cosas. ¿Qué haríamos sin la esperanza, sin la motivación, sin la fe, sin la ambición? No. Este no es uno de esos posts cursis en que a veces puedo haber caído sin echarle cuentas. Este es un post reflexivo, que busca respuestas, aunque no sé si voy a encontrarlas.

Todo empezó al nacer. Desde pequeñita he deseado con todas mis fuerzas ser mayor (ahora, en cambio, desearía ser pequeña de nuevo), he deseado crecer, ser adulta, tener mi propia vida, vivirla a mi manera. Hoy ya hace 21 años de eso, y empiezo a ser mayor, adulta, a tener mi propia vida y a vivirla a mi manera. He pasado 4 años estudiando fuera de casa, sin ver a mi familia y amigos. Pero cada domingo al irme sabía que al viernes siguiente volvería a verles. Y eso me motivaba para seguir haciendo lo que hacía. Desde los diez o doce años soñaba con ser como esos periodistas que escribían en los diarios que mi padre leía. Y ahora me quedan tan solo 4 meses para ser como uno de ellos. Ahora estoy recogiendo los frutos que hace tiempo sembré. Desde el momento en que empecé a pensar con la cabeza supe que cada momento que viviese sería distinto al anterior, pero no por eso mejor, ni peor. Simplemente, sé que tengo que vivirlos todos al máximo por si a caso. Por si a caso no regresan otros de iguales, quiero decir.

He pasado momentos de confusión, momentos de tristeza, momentos turbios en que nada ni nadie tenía sentido para mí. Días llorando por situaciones que ahora me parecerían ridículas por los/las protagonistas de la acción. Me he venido a bajo por quien no lo merecía. He naufragado por el caos que en ocasiones reinaba en mi vida. Pero siempre he encontrado un buen motivo para volver a mi estado natural. Para volver a ser yo; esa chica alegre que a penas piensa en las cosas más de la cuenta. De esa chiquilla queda ya más bien poco. Cada vez soy más consciente de lo que hay y de cómo está todo ahora, pero eso no me impide levantarme cuando caigo, y seguir siendo feliz.

Y sé gracias a quien es. Sé que sin la ambición –sana- no estaría luchando tanto por lo que quiero. Sé que sin la esperanza y la fe no haría lo que hago con tanto empeño e ilusión. No buscaría tampoco un buen motivo para sonreír cuando aparentemente no lo hay. Pero sí que está. Siempre está aunque no lo veamos. Y sé que sin la motivación no podría estar donde estoy. Es decir, en ese estado ficticio de falsas ilusiones que pueden convertirse en realidad de un momento a otro.